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Encontrando los caminos que me acerquen a ti….para que tú también vuelvas aquí

Cuando conozco a un niño como tu, investigo que es  lo que le gusta, como llamar su atención, cuales son las palabras que dice o  como pide sin decir nada…no le doy lo que creo que le gusta o lo que le motiva a otros niños de su edad si no lo que parece que le llama la atención a él, lo que mira muy atento…
Hacemos un camino juntos de irnos conociendo en el que él quizás no me mire o no preste atención a las cosas  que yo  le enseño…. Y eso me hace darme cuenta de que no he “investigado” lo suficiente o que no voy por el camino que me lleve hasta él y he de cambiar mi dirección para poder alcanzarle. Lo importante es que no me rinda porque siempre hay lazos que unen a las personas para encontrarse, pero  hay que esforzarse  para continuar el camino, ya  que a veces es un camino de fondo
Cuando me estoy acercando a él, pasa algo mágico y es que… ¡por fin me mira! y, porque él quiere, no porque yo se lo diga… y en ese momento se que está aquí conmigo porque por fin se que sabe que estoy con él. Muchas personas le obligan a que les mire, pero no se dan cuenta de que eso no le esta enseñando nada porque es una obligación….y las cosas más hermosas de la vida lo son porque no las pedimos nos las dan….
 Después  empieza a querer comunicarse a querer conseguir cosas de las personas que le quieren, a jugar, a divertirse….por fin hay momentos que se que estás aquí con nosotros; unir dos mundos tan dispares parecía una utopía, hasta que surge la magia y  su mundo se acerca al nuestro, pero siempre cuando él lo decide, cuando está preparado …

                                                                                              Cristina Sainz González
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Así es la vida... (Parte II): Yo hago…. ¿Lo que quiero?


Me gustaría empezar  resumiendo una pequeña historia beduina que habla de un padre, su hijo y un burro:
Iban los tres por el desierto. El padre montaba el burro y el niño caminaba a su lado. Pasaba por allí un hombre, y dijo: “¿No te da vergüenza ir tú montado en el burro ya siendo un hombre y que tu hijo vaya caminando?
El padre se bajó de burro y puso al hijo sobre el burro.
Siguieron caminando y pasó otro hombre, les miró y dijo: “¿No te da vergüenza ir tú montado en el burro y que tu padre, siendo ya mayor y teniendo menos fuerza que tú vaya caminando?
El niño se bajó y fueron caminando los dos, el padre y el hijo.
Siguieron caminando y pasó otro hombre, les miró y se lanzó a reír. Luego dijo: “Mirad todos que espectáculo, ¡Tres burros caminando uno junto al otro!
El padre y el hijo al escuchar esto, tomaron al burro y lo cargaron en sus hombros, y así caminaron.
Nosotros, en la vida real actuamos de igual manera que estos tres personajes e inconscientemente educamos a nuestros hijos para que actúen  así y sin rechistar.
Nuestros actos se dirigen a complacer a los demás. Hacemos las cosas  porque nos lo dice el otro y no por nosotros mismos.
Desde  el colegio, desde nuestra infancia, ya desde que nacemos nos programan de esta manera……
Muchos dirán que estoy exagerando, pero no más allá de la realidad utilizamos, generalmente, unos discursos que  se nutren de los castigos, premios, reproches y chantajes para su existencia. Y si lo piensan, todas estas acciones están presentes en nuestra vida desde que nacemos, en formas de intimidación y  tentaciones. Son nuestras herramientas en el día a día de día de la educación.
¿A quién, de pequeño, no le han dicho esto? O ¿Quién, de mayor, no se lo ha dicho a su hijo?
“¡O recoges los juguetes, o no ves la televisión!”  Esta promesa dice claramente: si no haces lo que el otro quiere habrá una consecuencia mala. Dicho de otro modo, es una intimidación, un castigo. Es leer este ejemplo, y venirme a la cabeza la “adorada” Supernany. (Ya hablaremos de sus métodos infalibles)
La favorita de los padres es la tentación: “Si recoges los juguetes…. Te compro un caramelo”. De esta manera se promete un premio. (En la adolescencia se cambia por “aprobar y comprar una moto”)
¡Que alguien se atreva a no dar el caramelo! (O la moto)
Con  estas arengas lo único que conseguimos es que los niños se muevan por una motivación externa. Algo que queda después, cuando somos mayores. El único sentido de hacer algo se basa en buscar el reconocimiento de los demás.
Estamos educados y educamos en una sociedad del “tengo que hacer…” 
¿Donde queda el propio deseo de hacer las cosas?
                                                                                                            Borja Quicios Abergel
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Así es la vida... ( Parte I ): ¿Niños exitosos o niños felices?

Leyendo un capítulo del libro: “los hijos y los límites”  de Jaime Barylko, hizo que reflexionara sobre este tema.
¿Queremos  que los niños de nuestra sociedad tengan éxito o sean felices?
Desde la educación, ya sea en la escuela o en casa, buscamos que los hijos sean los mejores en todo, pero…. ¿A qué precio?
Solapamos  el significado de éxito y felicidad. Creemos que si educamos a los niños para ser los mejores  y ser exitosos, serán felices. Nos confundimos cuando pensamos  que tener éxito es la meta a la que aspiramos cuando, simplemente, es el medio para conseguir el tesoro más preciado: ser feliz.
Muchas veces a la hora de educar se hace de tal manera que logramos que se confunda el éxito  y se convierta en una meta obsesiva. Y cuando no se consigue hay frustración.
Tampoco piensen ahora que les digo que tienen que renunciar al éxito. ¡No! Simplemente no se cieguen por él. Y, sobre todo, que sus hijos aprendan a no obsesionarse por los resultados.
Razón tenía Machado cuando dijo: “caminante no hay camino, el camino se hace al andar”.
Todos tenemos unas metas que alcanzar - algo es lo que nos mueve- pero por circunstancias de la vida no es un camino recto, sino que se va ramificando y nosotros tenemos que ir eligiendo para encontrar nuestra propia felicidad. Por eso no debemos de cegarnos por la obsesión de seguir el camino recto y no frustrarnos  si nos salimos por otro camino. Y por lo tanto, explicar y hacer ver a nuestros pequeños que no es malo que esto ocurra.
El amor de unos padres hacia sus hijos no debería basarse en sus logros  sino en el hecho de ser quienes son. Esto es algo en lo que todos, creo, estamos de acuerdo.

                                                                                                           Borja Quicios Abergel